🎬 De enemigo a aliado creativo: la evolución de la televisión y el cine.
Durante muchos años, la televisión fue vista como una amenaza para la industria cinematográfica. En los años 50, Hollywood temía perder a su público cautivo por el avance de la televisión, un medio más accesible y cómodo. Sin embargo, desde hace unas décadas la televisión se ha consolidado como un motor clave de innovación narrativa, hasta el punto que algunos autores consideran que el mejor cine se hace actualmente en las series de televisión, explorando territorios que el cine tradicional a veces ha dejado de lado.
Lo mismo ha sucedido con las plataformas de streaming. En sus primeros años, fueron vistas como una amenaza para el cine convencional y la propia tv, pero hoy en día, son un referente creativo. Las mejores historias audiovisuales de nuestros tiempos no sólo se están contado en las salas de cine, sino también en episodios semanales y temporadas completas. Para quienes están interesados en estudiar cine o trabajan en la industria audiovisual, entender las mejores series de la historia y la evolución narrativa que han provocado es esencial tanto desde el punto de vista cultural como profesional.
A continuación, te mostramos una selección de 25 series esenciales que no sólo cambiaron la televisión, sino que también transformaron la forma de contar historias. Cada una incluye datos valiosos que son fundamentales para quienes aspiran a desarrollarse en la industria cinematográfica.
🕰️ Los pioneros de la forma (1950–1979).
1. I Love Lucy (1951–1957): La revolución de la sitcom.
Marcó un antes y un después en la historia de la televisión al ser la primera comedia rodada con la técnica multicámara frente a un público en vivo. Esta innovación no sólo mejoró el ritmo cómico, sino que sentó las bases del formato sitcom que dominaría durante décadas. La serie no solo rompió esquemas narrativos, sino también industriales: Lucille Ball, además de protagonista, fue productora ejecutiva, algo inédito para una mujer en esa época.
A nivel técnico, el equipo detrás de I Love Lucy introdujo el uso de guiones detallados conocidos como continuity scripts, que permitían un control minucioso de la producción y el montaje, acercando la televisión a estándares cinematográficos. Su influencia es incalculable: sin su estructura, tono y formato, series icónicas como Friends o The Office simplemente no habrían existido tal como las conocemos.
2. The Twilight Zone (1959–1964).
Con The Twilight Zone, la televisión se atrevió a explorar el misterio, el terror y la ciencia ficción con una profundidad filosófica inusual para su época. Cada episodio funcionaba como un relato autoconclusivo, casi siempre con un giro inesperado, que dejaba al espectador con una reflexión ética o existencial. Esta estructura influyó profundamente en la forma de escribir televisión de género.
Para cineastas, la serie es una fuente de inspiración constante: no en vano, Steven Spielberg dirigió uno de los segmentos del film Twilight Zone: The Movie en 1983. El estilo narrativo, la estructura de antología y el tono moralista se anticipan a lo que más tarde ofrecería Black Mirror, aunque con una sensibilidad más humanista y menos centrada en la tecnología.
3. Bonanza (1959–1973).
Bonanza fue mucho más que un western: se convirtió en un fenómeno cultural al ser el primer programa de televisión en color emitido de forma regular en horario estelar. A través de las historias de la familia Cartwright, la serie combinó acción con valores familiares y éticos, consolidando el género del western como pilar de la televisión estadounidense.
Desde el punto de vista técnico, Bonanza rompió con la práctica de grabar en platós y optó por rodar en localizaciones reales, como el Lago Tahoe, otorgando a la serie una autenticidad visual que anticipaba el realismo cinematográfico. Su apuesta por la escala y el paisaje influyó en muchas series posteriores que buscaron trascender los límites físicos del estudio.
4. Los Vengadores (The Avengers, 1961–1969).
Con su mezcla de espionaje, ciencia ficción ligera y un marcado estilo británico, The Avengers se convirtió en una serie de culto y un referente estético. Su protagonista femenina, Emma Peel (interpretada por Diana Rigg), rompió moldes con una imagen sofisticada, inteligente y físicamente capaz, redefiniendo el rol de las mujeres en la televisión de acción.
Filmada en 35mm con una atención visual digna del cine, la serie elevó los estándares de producción televisiva en los años 60. Su influencia se puede rastrear en muchas obras contemporáneas que combinan elegancia con violencia estilizada, como Killing Eve, heredera directa de su tono juguetón y su construcción de personajes femeninos icónicos.
5. Star Trek (1966–1969).
Star Trek propuso una visión utópica del futuro en un momento de profundas divisiones sociales y geopolíticas. Su tripulación multicultural era una declaración política en sí misma, y sus historias de ciencia ficción abordaban, de forma velada, temas como el racismo, la guerra fría o los derechos civiles. En su aparente escapismo, Star Trek fue profundamente subversiva.
Para quienes hacen cine o televisión, Star Trek es un ejemplo de creatividad frente a la escasez de recursos: efectos especiales de bajo presupuesto se resolvían con ingenio visual, y los decorados mínimos eran compensados por una narrativa sólida. Su legado es inmenso: sin ella, franquicias como Star Wars, Battlestar Galactica o The Expanse no tendrían la misma profundidad ideológica ni estructura serializada.
6. Misión Imposible (1966–1973).
Antes de convertirse en una exitosa franquicia cinematográfica, Misión Imposible fue una serie televisiva que revolucionó las tramas de espionaje. Cada episodio proponía una misión autoconclusiva con elementos visuales memorables como las máscaras, los mensajes que se autodestruían o el uso creativo de la banda sonora como hilo narrativo.
Lo más notable para los cineastas es su enfoque en la planificación visual de los “golpes” y montajes, que inspirarían a directores como Brian De Palma, quien dirigiría la primera adaptación al cine en 1996 con un enfoque deliberadamente cinematográfico. La influencia de esta serie se percibe en la forma en que hoy se construyen los thrillers de acción y espionaje, tanto en cine como en televisión.
📺 Realismo, sátira y emoción (1980–1999):
7. M*A*S*H (1972–1983).
M*A*S*H fue una de las primeras series en mezclar comedia con drama de forma tan orgánica que creó un nuevo subgénero: la comedia dramática bélica. Ambientada en la guerra de Corea pero estrenada en pleno conflicto de Vietnam, la serie ofrecía una crítica sutil (y no tanto) al militarismo y a lo absurdo de la guerra.
Su final fue un acontecimiento histórico: más de 106 millones de personas lo vieron, convirtiéndose en el episodio más visto en la historia de la televisión estadounidense hasta 2010. Para los creadores audiovisuales, M*A*S*H demuestra cómo el humor puede ser una herramienta poderosa para explorar la tragedia sin trivializarla.
8. La casa de la pradera (Little House on the Prairie, 1974–1983).
Basada en los libros de Laura Ingalls Wilder, La casa de la pradera ofrecía una visión idealizada de la vida rural estadounidense en el siglo XIX, marcada por valores de familia, esfuerzo y fe. Su tono optimista y nostálgico fue un contrapunto a la creciente oscuridad de otras producciones contemporáneas.
Su impacto internacional fue notable, especialmente en Europa, donde se convirtió en un referente cultural. Curiosamente, su mensaje esperanzador y enfoque familiar sirven como contraste radical frente a distopías modernas como The Handmaid’s Tale, que también se centran en mujeres pero desde una óptica completamente distinta.
9. Los Simpson (1989–).
Cuando se estrenó Los Simpson, se rompió con la idea de que la animación era exclusivamente infantil. Con sátira política, referencias culturales y una estructura de comedia familiar subversiva, redefinieron lo que podía ser una serie animada. Más de 700 episodios después, siguen siendo un referente de la crítica social a través del humor.
Para los cineastas, la serie fue un semillero de talento: Brad Bird, quien luego dirigiría Los Increíbles y Ratatouille, fue uno de sus guionistas clave. Además, su dominio del lenguaje visual (incluso en animación) hace tan necesario su estudio como el de cualquier obra de acción real.
10. Twin Peaks (1990–1991).
La llegada de Twin Peaks cambió las reglas del juego televisivo. David Lynch y Mark Frost llevaron el surrealismo y el misterio a la pantalla chica, combinando un crimen sin resolver con una atmósfera inquietante y onírica. La televisión nunca había visto algo así: cada episodio era un rompecabezas cargado de simbolismo y ambigüedad narrativa.
Desde el punto de vista técnico, Lynch introdujo recursos sonoros inusuales —como el uso de ruidos subacuáticos en la sala roja— para crear un clima emocional único. Twin Peaks es el antecedente directo del llamado «prestige TV» y allanó el camino para series como Lost o The Leftovers, que adoptaron su estética y su valentía narrativa.
11. Friends (1994–2004).
Friends se convirtió en un fenómeno cultural global gracias a su fórmula aparentemente sencilla: seis jóvenes neoyorquinos viviendo la vida, el amor y la madurez en un entorno urbano estilizado. Sin embargo, detrás de su tono ligero y sus gags icónicos, la serie condensó las aspiraciones y ansiedades de toda una generación. Su éxito no solo redefinió la comedia de enredos en los años 90, sino que también estableció un modelo copiado (y raramente igualado) en múltiples países.
En términos industriales, Friends consolidó el star system televisivo: sus protagonistas pasaron a cobrar un millón de dólares por episodio, y sus frases, peinados y decorados —como el sofá del Central Perk— se volvieron elementos reconocibles incluso para quienes nunca vieron la serie completa. Su estructura episódica, acompañada de una evolución relacional cuidadosamente dosificada, influyó directamente en sitcoms posteriores como How I Met Your Mother o The Big Bang Theory. Incluso su icónica música de entrada marcó el estándar de apertura para muchas series de la época.
🧠 El auge del antihéroe y la complejidad moral (2000–2010):
12. Los Sopranos (1999–2007).
Con Los Sopranos, la televisión se convirtió definitivamente en un terreno fértil para la narrativa compleja y psicológica. Tony Soprano, mafioso y paciente de terapia, encarnó una nueva clase de protagonista: el antihéroe contemporáneo. Esta serie fue pionera en explorar el conflicto interno de un personaje con la misma profundidad que lo haría un drama cinematográfico.
Más allá de su trama, la influencia de Los Sopranos se extiende al estilo visual, el ritmo pausado y la ambigüedad moral. Sin ella, la existencia de Breaking Bad o Mad Men sería impensable. David Chase y su equipo convirtieron la televisión en un arte mayor, abriendo la puerta al auge del llamado «prestige drama».
13. The Office (UK, 2001–2003).
Creada por Ricky Gervais y Stephen Merchant, The Office (versión británica) rompió con la estructura tradicional de comedia al adoptar el formato mockumentary o falso documental. Sus silencios incómodos, miradas a cámara y retrato del patetismo cotidiano marcaron un nuevo estilo de humor más cercano al realismo que a la caricatura.
Esta serie cambió el tono de la comedia televisiva para siempre. La versión estadounidense que siguió fue un éxito global, pero suavizó el cinismo británico. Para creadores audiovisuales, The Office UK es una lección de economía narrativa y de cómo el lenguaje visual puede reforzar el tono emocional sin necesidad de subrayarlo con música o diálogos obvios.
14. The Wire (2002–2008).
Más que una serie, The Wire es una novela visual sobre el funcionamiento interno de una ciudad —Baltimore— a través de sus instituciones: la policía, la escuela, la política, los medios y el narcotráfico. David Simon creó una obra coral sin protagonistas claros, donde los personajes eran casi engranajes de un sistema que los sobrepasa.
Para los cineastas, The Wire es una lección de construcción de mundo, con una atención al detalle sociológico sin precedentes. Muchos de sus actores eran no profesionales o tenían vínculos reales con el entorno retratado, lo que aportó una autenticidad cruda que aún hoy la convierte en objeto de estudio en facultades de cine y periodismo.
15. Mad Men (2007–2015).
Ambientada en el mundo de la publicidad de los años 60, Mad Men no solo recreó una época con precisión milimétrica, sino que la utilizó como metáfora para explorar la identidad, el deseo y el vacío existencial en la cultura estadounidense. Don Draper, su protagonista, es tan enigmático como los productos que vende.
Visualmente, Mad Men es una clase magistral de dirección artística. Cada objeto, vestuario o anuncio en pantalla fue cuidadosamente investigado para lograr una fidelidad histórica asombrosa. La serie demostró que el diseño puede ser narrativo, y que la elegancia visual no está reñida con la profundidad psicológica.
16. Sherlock (2010–2017).
Con Sherlock, la BBC logró lo que parecía imposible: revitalizar a un personaje literario centenario como si fuera una estrella de la cultura pop contemporánea. Ambientada en el Londres del siglo XXI, la serie reinventó al detective de Arthur Conan Doyle como un genio asocial con acceso a tecnología de punta, redes sociales y técnicas forenses modernas. La dupla entre Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, combinando brillantez y vulnerabilidad, resultó clave para su éxito.
Más allá de su narrativa, Sherlock fue pionera en una estética visual vertiginosa: sobreimpresiones gráficas, ritmo de montaje acelerado y uso creativo del espacio diegético. Estas decisiones técnicas marcaron tendencia en thrillers posteriores y elevaron las expectativas del público en cuanto al lenguaje audiovisual de las series. Su formato de episodios largos con estructura de película también contribuyó a borrar las fronteras entre cine y televisión. En términos de adaptación, demostró que los clásicos no solo pueden sobrevivir, sino liderar, en la era del streaming.
17. Breaking Bad (2008–2013).
Breaking Bad elevó la evolución de personaje a un nivel nunca antes visto en televisión. El descenso de Walter White, de profesor de química a narcotraficante despiadado, se desarrolló con una precisión narrativa que recuerda a la tragedia clásica. La serie destacó por su dirección meticulosa y su uso simbólico del color.
Cada personaje tenía un código cromático que reflejaba su estado emocional o moral: el verde de Walt representaba dinero, veneno y poder. Vince Gilligan y su equipo usaron el lenguaje visual con una intencionalidad digna del mejor cine, marcando un estándar estético que influiría profundamente en las series posteriores como Ozark o Better Call Saul, su propio spin-off. Breaking Bad consolidó la idea de que la televisión podía ser arte de autor sin perder a la audiencia masiva.
📡 La era del streaming y la televisión como cine (2010–presente):
18. Juego de Tronos (2011–2019).
Juego de Tronos ha redefinido la televisión como espectáculo visual. Basada en las novelas de George R.R. Martin, ofreció una fantasía adulta con una escala épica que hasta entonces solo se veía en el cine. Batallas colosales, efectos especiales de primer nivel y una trama llena de giros brutales convirtieron cada temporada en un evento global.
Más allá de su impacto mediático, la serie marcó un hito técnico: fue pionera en llevar presupuestos cinematográficos a la televisión. Su influencia es clara en producciones como The Witcher o House of the Dragon, que han seguido su modelo de fantasía adulta, compleja y espectacular.
19. Black Mirror (2011–).
Black Mirror reinventó el género de antología con una visión oscura y tecnológica del presente y futuro cercano. Cada episodio funciona como una mini-película independiente que explora las consecuencias éticas, emocionales y sociales del avance tecnológico. Su tono varía del drama al terror psicológico, pero siempre con un enfoque crítico.
Para los creadores audiovisuales, es una obra especialmente relevante por su libertad formal y su capacidad para construir mundos creíbles en apenas una hora. Episodios como San Junipero demostraron que incluso en el marco distópico se puede lograr una dirección sensible y premiada, con una estética muy cuidada que dialoga directamente con el lenguaje del cine.
20. El Cuento de la Criada (2017–).
Basada en la novela de Margaret Atwood, The Handmaid’s Tale representa una distopía feminista que impacta tanto por su estética visual como por su discurso político. La serie hace uso intensivo de planos cerrados, encuadres opresivos y una simbología cromática poderosa: el rojo de los vestidos de las criadas evoca tanto la feminidad como la violencia institucional.
Su influencia se extiende más allá de la pantalla: se ha convertido en símbolo de movimientos sociales y protestas. Al igual que Breaking Bad, utiliza el color como recurso narrativo, pero en este caso al servicio de la represión y el control, en lugar de la ambición personal. Es un claro ejemplo de cómo la televisión puede convertirse en cine político.
21. La Casa de Papel (Money Heist, 2017–2021).
Lo que comenzó como una serie española con audiencia moderada se transformó en un fenómeno global gracias a Netflix. La casa de papel apostó por la emoción, el ritmo acelerado y los personajes carismáticos, con un enfoque visual estilizado que atrajo a millones de espectadores fuera del ámbito hispanohablante.
Desde el punto de vista creativo, fue un experimento vivo: los guiones se reescribían sobre la marcha durante el rodaje, permitiendo un grado de adaptación poco común en la industria. Su éxito abrió las puertas a muchas otras producciones no angloparlantes y demostró que el lenguaje audiovisual puede trascender cualquier barrera cultural.
22. Oficina de infiltrados (Le Bureau des Légendes, 2015–2020).
Oficina de Infiltrados ofreció una mirada inusualmente sobria, meticulosa y realista al mundo del espionaje moderno, alejándose del glamour y la acción estilizada de sagas como James Bond o Misión Imposible. Ambientada en el seno de la inteligencia francesa, la serie se centra en el trabajo de agentes encubiertos y en los dilemas morales, emocionales y políticos que enfrentan durante sus misiones prolongadas. Su tono seco, casi documental, logró una autenticidad que impactó incluso a profesionales del sector.
Con una narrativa paciente y densamente psicológica, Le Bureau marcó un punto de inflexión en las ficciones de espionaje al mostrar que la tensión podía surgir no de explosiones ni persecuciones, sino del silencio, la sospecha y la ambigüedad. Su influencia se dejó sentir más allá de Francia: series como Slow Horses o incluso la última etapa de Homeland adoptaron elementos de su aproximación cruda y cerebral. Fue también una muestra de la consolidación del drama europeo como alternativa potente y exportable al dominio angloparlante.
23. Borgen (2010–2022).
Borgen mostró que el drama político también puede tener alma. Esta serie danesa sigue el ascenso de una mujer a la presidencia de su país y sus dilemas éticos frente al poder, la familia y los medios. Lejos del cinismo de House of Cards, Borgen apuesta por el realismo, el compromiso social y la profundidad psicológica.
Para cineastas y guionistas, es una lección sobre cómo escribir personajes complejos y creíbles sin necesidad de recurrir a la exageración. Su estilo sobrio, casi documental, y su enfoque en las consecuencias personales del poder la hacen una de las mejores series políticas del siglo XXI.
24. El Juego del Calamar (Squid game, 2021–).
El Juego del Calamar irrumpió como un fenómeno global inesperado, convirtiéndose en la serie más vista en la historia de Netflix en su estreno. Su mezcla de estética colorida, violencia extrema y crítica al capitalismo lo convirtieron en un símbolo de la era del streaming globalizado. Bajo su premisa de juegos infantiles mortales, se esconde una feroz sátira social sobre la desigualdad y la desesperación.
Desde una perspectiva de producción, el dato es revelador: su creador, Hwang Dong-hyuk, tardó más de 10 años en lograr que alguien apostara por el guion. La serie demuestra que las buenas historias —aunque incómodas— terminan encontrando su momento. También consolidó el auge de los dramas coreanos como influencia estética y narrativa a nivel internacional.
25. Succession (2018–2023).
Succession combinó el drama corporativo con el humor negro para retratar una familia disfuncional al mando de un imperio mediático. Inspirada parcialmente en figuras reales como Rupert Murdoch, la serie sobresale por su guion brillante, diálogos afilados y un ritmo visual que recuerda al cine de sátira política.
Lo más destacable es cómo logra transmitir tensión casi exclusivamente a través de la palabra, las miradas y el montaje. Para quienes escriben o dirigen, Succession es una lección de cómo una puesta en escena sobria puede volverse eléctrica cuando se trabaja con actores excepcionales y guiones milimétricos.
🎞️ Cuando la televisión y el cine se funden:
A lo largo de las décadas, muchas series han dejado de ser productos «menores» para convertirse en referencias culturales universales. Algunas incluso han dado el salto a la pantalla grande (Mission: Impossible, Star Trek, Los vengadores), mientras que otras surgieron de películas que se convirtieron en universos narrativos más amplios en formato serial (Fargo, Westworld, Hannibal).
Hoy en día, hablar de “cine” y “televisión” como dos mundos separados ha perdido sentido: lo que realmente importa es la historia y cómo se cuenta. Vivimos una era en la que la pantalla ya no define jerarquías, y el streaming ha diluido las fronteras entre formatos. Directores y guionistas transitan con naturalidad entre ambos medios; series que se convierten en franquicias cinematográficas, películas que derivan en universos seriados… El relato audiovisual ya no se organiza por duración o soporte, sino por ambición creativa. El miedo inicial se ha transformado en respeto mutuo, y muchas de las mejores lecciones para futuros cineastas se encuentran precisamente en estas 25 series que han definido —y siguen definiendo— el lenguaje narrativo contemporáneo.
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